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domingo, 8 de enero de 2012

Tú eres la noche y la eternidad...



Estamos de acuerdo Rilke: Yo pertenezco a la soledad, suplico a los que me aman que amen mi soledad y sólo una cosa es necesaria: la soledad interior.
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¿Será posible que alguien esté condenado a vivir situaciones dramáticas, como consecuencia de los “pecados” de sus antecesores; hombres y mujeres atrapados por su destino, que sólo avancen retrospectivamente, de espaldas al futuro?
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Muchas de las cosas que tanto apreciamos son ínfimas y no tan importantes como pensamos. Si asumo una visión ampliada de la existencia, entonces las cosas ya no parecen tan fundamentales y se relativizan: el hombre ya no es la medida.
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Sabré que todo es pequeño cuando haya tomado la medida de Dios…
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Heidegger decía que la realidad cotidiana se divide en el “ser a la mano” y el “ser ante los ojos”: toda nuestra actividad en el mundo se reduce a ver y a tocar, lo que nos sitúa y define. Ver con los ojos es un acto desinteresado y objetivo: se acaricia la superficie de las cosas sin comprenderlas. Sin embargo, la mano ve, a veces, mejor que los ojos. La mano percibe y la piel, lo cutáneo, también es visual porque refleja las cosas que toca.
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Sea como sea, me parece que todo ser vivo se empecina en existir. No recuerdo quién decía que no hay motivos para vivir, pero tampoco hay motivos para morir. La única manera con que se nos permite demostrar nuestro desdén por la vida es aceptarla, la vida no merece que nos tomemos el trabajo de abandonarla… Hay un impulso básico, una tendencia a conservarse uno mismo.