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viernes, 15 de julio de 2011

Un bello mediodía paseando por el aula punitiva (2)...



¿Seré más emocional que racional? Tratándose de profesores, creo que se amplifica el motivo. El aula está permanentemente inundada de relaciones intensas y extensas, cargadas de emociones, de las que no nos podemos sustraer: en cualquier momento hay una sonrisa, siete miradas despectivas, diez gestos de rechazo, dos muestras de aceptación…
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Los socioemocional tiene una atención mínima y marginal, y su entrenamiento se limita habitualmente al mundo de los aprendizajes implícitos. Es así que no parece extraño que se rebusquen soluciones académicas a problemas cuyas causas son fundamentalmente socioemocionales: el respeto, la responsabilidad, las actitudes pro-sociales, el esfuerzo o la fuerza de voluntad están presentes en cualquier momento del proceso de enseñanza-aprendizaje.
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Decisiones aparentemente racionales no suelen ser “neutras” emocionalmente porque están cargadas de afectividad: nuestras emociones presentes y los rescoldos de emociones pasadas contaminan nuestros pensamientos y acciones, tanto cuando interactuamos con los demás como con nosotros mismos.
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Hoy como nunca la escuela recibe desvalidos emocionales (ricos o pobres económicamente) con déficits notables de autoestima (no creen ni confían en su propia capacidad), con percepción de sí mismos que los puede transformar lentamente en niños con humores depresivos o que adoptan una actitud desafiante como defensa ante una vivencia de que no son nadie ni nada para el otro.
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La desgracia nunca es algo puro. Tampoco la felicidad. Pero apenas la convertimos en relato, damos un sentido al sufrimiento y comprendemos, mucho tiempo después, cómo pudimos transformar una desgracia en maravilla, ya que todo hombre herido se ve forzado a la metamorfosis.

domingo, 10 de julio de 2011

¿Qué soledad es más solitaria que la desconfianza?...



Es todo un lujo ser comprendido.
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Toma un pedazo de mayo y otro de junio. Se forma un lapso menor a un mes y dentro de esa línea consulté a dos médicos diferentes para dos enfermedades distintas. Corroboro lo que dije antes: la enfermedad es una ciudadanía pero más cara: afecta existencialmente, genera cierto aislamiento, llega el silencio de soledad, el sabor de inutilidad, una verdad terrible del estado corporal, vulnerable, pobre, un alto no buscado… Cuesta trabajo acostumbrarse a tener el cuerpo en continua protesta, a sentir dolores desconocidos que no permiten realizar las más sencillas actividades. A veces pienso si hay de trasfondo una perturbación emocional que ha afectado la salud física.
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Aprendemos la agresividad o la benevolencia, la anestesia afectiva, el miedo, el optimismo o el pesimismo. Hábitos que aprendemos y que luego nos cuesta desaprender.
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Una pareja no debiera hablar tanto como la gente cree, sino lo suficiente para mantener el interés.
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Fuerte y frágil, seguro y dependiente, rudo y tierno, ambicioso y desprendido, eficiente y tranquilo, agresivo y respetuoso, trabajador y casero. ¿Dónde chingao están los equilibristas de las expectativas sociales? Yo no tengo el mínimo indicio de hacer abdominales…
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Nunca estamos tan indefensos contra el dolor como cuando nos enamoramos.
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Wilde ya decía: hay dos grandes tragedias en la vida, perder al ser amado y encontrar al ser amado.
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Paz enunciaba: el amor es doble, los amantes pasan sin cesar de la exaltación al desánimo, de la tristeza a la alegría, de la cólera a la ternura, de la desesperación a la sensualidad.