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lunes, 17 de diciembre de 2012

De lo que verdaderamente hay debajo no sabemos nada (1)...


 A veces suelo utilizar una versión corta (y muy manoseada) del cuestionario Proust en clase. Considero que, en realidad, cada pregunta da pie para ensayar una respuesta profusa, inédita… Sin embargo, me he topado con réplicas que van desde el mutismo total, hasta el nauseabundo “no sé” y escuché una reciente que afirmaba con timidez que la dinámica era un “arma de dos filos”… Fue ahí donde reprimí el decir “no mames”, por respeto a los oídos castos y al buen ánimo que me invadía esa noche.

¿Cuál es tu estado de ánimo actual? R= Tengo un sentimiento de orfandad generacional. No sé, imagina que entras al Feisbuc y te das cuenta que no hay nadie. Por otro lado, también me siento contrariado por unas cuestiones laborales recientes. Deseo que, por ser época navideña, mi cansancio mental disminuya porque como soy algo retardado, me canso más rápido, me angustio más fácilmente y tengo ataques de ansiedad más precisos.

¿Te consideras buena persona? R= No, practico con delectación el rencor. Seguramente soy mitómano.

¿Cuál es mi frase favorita? R= La frase favorita de estos días (porque seguramente mañana o la semana próxima cambiaré a otra) es versátil porque sólo cambias una palabra clave y es un cómodo comodín para rubricar las ocasiones anti climáticas que ciertas personas prodigan: “No vivamos como si la belleza no existiera”. O quizás sería alguna de Cortázar, el hombre a quien Dios debe estarle encargando sus escrituras.

¿Cuál sería tu mayor desdicha? R= Son un chingo… Haber conocido la palabra desdicha. Muchas palabras no pronunciadas (que, por ser numerosas, no mencionaré aquí). Adherirme al cliché cultural y antropológico y vivir en la jaula de la melancolía, lamentando la pérdida de un paraíso perdido. No allegarme a un grupo de personas que trabajasen juntos para crear un mundo de influencias y avanzar en comunidad.

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