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domingo, 25 de septiembre de 2011

La soledad otra vez será un fruto amargo…



No siempre es fácil distinguir lo que es pétreo de lo que es líquido.
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Me pregunto si ha valido la pena. Durante los últimos meses (¿años?) he crucificado la vida personal en aras de lo laboral: demostrar (o al menos mostrar) una imagen competente y de eficacia, para después constatar que probablemente no tiene sentido hacer ciertas cosas porque los otros son ciegos y sordos… Como si todos los esfuerzos fueran estériles porque se levanta una y otra vez ese muro de indiferencia que exige en su entrada: “Dejad afuera toda esperanza”. Y caminar por el sendero de la claudicación y el descuido, éxodo y distancia… Velar por la calidad de los vínculos es cuidar de los lazos invisibles que nos unen con aquellos a quienes queremos. Y esto depende de uno mismo. Aquí es donde creo que he fallado: mi vida emocional, mi estado de ánimo y mi salud psicosomática han caído fulminados. Esto, que es un poco la belleza del mundo, ha muerto alrededor…

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