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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Comentarista de lo noticioso por un día...



En una parte del discurso de Vargas Llosa (de recepción del Nobel) dice: “Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero”. Pienso que probablemente sólo eso basta: que otro te contagie la fe cuando la incertidumbre vuela permanentemente sobre tu cabeza.
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Si Dios tiene un plan maestro, quizás sólo él puede entenderlo, sugiere Depeche Mode.
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Fue repulsivo constatar cómo el establishment procedió contra Julian Assange. Es una sensación repelente y desagradable. Es como sentir que se está en las manos de un ente al que no se puede ver y que todo lo controla, como Orwell lo vaticinó. Visa y Mastercard ya han negado sus servicios al portal Wikileaks. El sistema de pagos PayPal se negó el viernes a seguir procesando donaciones, y el banco suizo Postfinance congeló las cuentas de Assange. La semana pasada Amazon declaró que sus servidores no alojarían más documentos de la página. Y lo que faltaba: usuarios de Twitter emprendieron una campaña de boicot contra la red social por supuestamente alterar los trending topics y evitar que aparezca en ellos cualquier referencia a Wikileaks o a Assange. ¡Para eso me gustaban, sátrapas de poca monta! Ora nomás falta que aquí también nos caiga la ley…
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Es el momento. A propósito de esto, recordé un pequeño relato que al parecer se atribuye erróneamente a Bertold Brecht: “Primero apresaron a los comunistas, y no dije nada porque yo no era comunista. Luego se llevaron a los judíos, y no dije nada porque yo no era judío. Luego vinieron por los obreros, y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista. Luego se metieron con los católicos, y no dije nada porque yo era protestante. Y cuando finalmente vinieron por mí, no quedaba nadie para protestar.”
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Cuenta el fundador de Wikileaks: “Crecí en una población rural de Queensland, donde las personas decían sin cortapisas lo que sentían. Desconfiaban del gobierno como un ente que podía corromperse si no se le observaba con atención.” Ni hablemos de la vida y obra de las dos mujeres acusadoras, porque se me retuerce el buche. ¡Justice for Assange!

1 comentario:

  1. Hola

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