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lunes, 13 de diciembre de 2010

Cosas que me enervan otra vez…



¡Pues claro! ¡Qué insensato! ¡Fui un loco! Por mi culpa, por mi culpa… Resulta concebible que el ignorar el sentido de la vida forme parte del propio sentido de la vida. Quizás la vida pueda seguir gracias a nuestro desconocimiento de su sentido fundamental. Tal vez éste sea tan terrible que no podemos afrontarlo, lo que explica la necesidad de vanas ilusiones que nos consuelen para seguir viviendo. Es imposible unificar los distintos puntos de vista que, en último término, pueden tenerse sobre la vida y por tanto es difícil resolver la lucha entre ellos.
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En el mundo que nos encontramos en nuestra experiencia normal y corriente nos vemos obligados a elegir entre opciones igualmente absolutas. La realización de alguna de ellas implica inevitablemente el sacrificio de otras.
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“Estrechos son los bajeles, estrecho nuestro lecho. Inmensa la extensión del mar, mucho más vasto nuestro imperio en las cerradas estancias del deseo”, proclama Saint-John Perse.

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