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miércoles, 20 de octubre de 2010

Alegoría cuyo tema es una sesión peculiar de cierta materia…



“Entonces comenzaba un nuevo día, / y el sol se alzaba al par que las estrellas...” Cuando el Dante inició su periplo por los mundos infraterrenales, describió un escenario que es equivalente, en espíritu, al que ahora les rodea. Aquí la esperanza se debe quedar afuera, tiene vedado el paso. Te detuviste un momento con el dómine M. (la verdad que aleja del pecado). Por alguna razón desconocida, él anda muy disperso, sus pensamientos son volátiles, está azorado. Al parecer le cambió el semblante cuando una mujercita de opulento escote lo detiene y le solicita que la dispense porque se va a ausentar. Cuando tú pisas el espacio que te tienen reservado apenas han llegado unas 6 ó 7 personas: pasan a sus asientos y se toman las cosas con sosiego. “Entonces se calmó aquel miedo un poco, / que en el lago del alma había entrado / la noche que pasé con tanta angustia”.
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Tres (¿era?) es el número de la Divinidad, la Perfección.
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Desde lo profundo de ti, crees que es necesario involucrar a los alumnos en las formas de evaluación: para suscitar el compromiso, abonar a la motivación interna, generar conciencia sobre los objetivos de aprendizaje y lo que se necesitará para conseguirlos; ensayar otras maneras, etc. “Repuesto un poco el cuerpo fatigado, / seguí el camino por la yerma loma, / siempre afirmando el pie de más abajo.”
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Arquetípico, en este grupo se señalaron aspectos que (con un excesivo sentido de oportunidad, cuando la calificación ya se conoce) supuestamente no contribuyeron al proceso de enseñanza-aprendizaje. El personaje que se toma la grandísima molestia de reseñarlo tiene atributos inolvidables que merecen atención aparte. “…tal la bestia me hacía sin dar tregua, / pues, viniendo hacia mí muy lentamente, / me empujaba hacia allí donde el sol calla.”
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Llegaba tarde, encarnó con vehemencia la pasividad en el aula, asentía que no hubo comunicación, entregó un cuestionario similar de incoherente (en respuestas) al de su amada, llegaba a revisar qué actividades estaban pendientes para la segunda clase, confesó sin pudor (¿o con candor?) que escribir no es lo suyo, es de charlitas y risitas cuando otro está en uso de la palabra, añoraba que en la materia de antes usaban una definición de lectura (por cierto, muy corta de alcance) y que en aquel tiempo asociaba palabras con quién sabe qué madres por lo que eso de desarrollar respuestas es algo muy adelantado a esta época y que los otros profesores (¿cuáles?) nomás dicen: le echaste ganitas, orale, tienes 10… ¡Ah, y sacó 5!
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¡No me digas!
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“Eres tú mi modelo y mi maestro; / el único eres tú de quien tomé / el bello estilo que me ha dado honra”.
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Ok, vamos a cambiar los métodos… Tú no quieres padecer la afectividad negativa hacia la materia por unas pautas de evaluación que son perfeccionables y que de todos modos ibas a cambiar.
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Los designios de la Providencia son misteriosos. Dios tuerce los renglones, dicen…
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“El llanto mismo el lloro no permite, / y la pena que encuentra el ojo lleno, / vuelve hacia atrás, la angustia acrecentando…”
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Resulta que después de un toma y daca, y del intercambio entre una parte del grupo, se acepta una de las propuestas de la sesión anterior. La cuestión es distribuir los porcentajes y ello genera una discusión encendida. A. se desgañita para defender la propuesta y repite una y otra vez el beneficio de uno de los parámetros (ha detectado lo que implica y cuánto se gana). Los de su alrededor ponen cara de “no-entiendo-qué-está-pasando-no-manches”. A J. le cuesta trabajo y vuelve una y otra vez sobre sus dudas. I. prorrumpe diciendo que aunque no estuvo la clase anterior detecta que el cambio es inusitado porque juzga que el primer modo de evaluar está bien. Y luego impugna una y otra vez porque detecta lo que A. ya comprendió y no está de acuerdo. Apela a sus compañeros, suplicante, pero no hay un eco. “Hacia abajo sus rostros se volvían: / el frío con la boca, y con los ojos / el triste corazón testimoniaban.”
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D. apoya a I. Good guys. Tú los miras divertido y calculas la altura de las discrepancias. El otro I. no está de acuerdo con tan altos porcentajes y dice que debemos eliminar el cuestionario principal pero luego descubrimos que no sabía la función y razón de ser de esa actividad y entonces dudó. En el momento de votar hay empate. Resulta que hay como unos tres que no participan. Ahora parece que la idea es hacer una investigación. Pero como dice la otra A. (es mujer) no se van a poner de acuerdo. Y en algún momento del diálogo (no esperabas más de ellos) se salieron quienes tenían que salirse porque tanta complejidad los abruma. “Pero yo no lloré ni le repuse / en todo el día ni al llegar la noche, / hasta que un nuevo sol salía a mundo”.
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Pus como no deciden, va el derecho de veto, el voto de calidad…
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En mitad del camino de mi vida, las selvas oscuras son una constante.
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La sesión ha terminado. Todavía escuchas en el pasillo las lamentaciones de I. Le llamas y le pides que te comente qué pasa. Y todo es una epifanía. Está decepcionado porque creía que la calidad humana de los otros tenía otra dimensión. Su certeza era que nos rodeaban personas con buenas ideas, dedicadas (?), solidarias… Y ahora le sorprende lo que pasó porque (en esta trampa maquiavélica) muchos optaron por lo fácil. E invocó una idea que tengo muy arraigada (y comprendí que él también cuando me dijo dónde estudió un lapso): allá afuera la lucha está despiadada y si sólo vas en pos de un número (devaluado) estás jodido. Retomarán esa plática la próxima semana. Lo juras. “Mira dónde pisas: / anda sin dar patadas a la triste / cabeza de mi hermano desdichado”.
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No estás solo, no estás solo…
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Lees en la Anatomía de la melancolía: “No hay descrédito en ser un extraño, ni molestia por ser un exiliado. La lluvia es una extraña para la tierra, los ríos para la mar, Júpiter para Egipto, el sol para todos nosotros. El alma es una extranjera en el cuerpo, el ruiseñor en el aire, la golondrina en las casas y Ganímedes en los cielos, un elefante en Roma, y el Fénix en la India; aquellas cosas que habitualmente más nos placen son las más extrañas, las más alejadas”.

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