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martes, 19 de octubre de 2010

Apuntes sobre el Corona Capital Fest...



No pus la neta creo que si se padeció el Corona Capital Fest. No lo había pensado pero creo que sí se caminaba al menos un kilómetro desde la estación de metro más cercana. Y eso nomás por mencionar un detallito. Llegamos como a las 7 de la tarde, así que no podría decir si en efecto el sonido era pésimo desde temprano (con Regina Spektor no se escuchaba ni piano ni voz o con The Temper Trap).
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No puede ser que la cerveza se haya acabado en algunos “stands” desde esa hora. Dos “ampolletas” de Corona clara por 70 pesos. ¡Jesucristo bendito! Al menos no tuvimos que jambarnos la odiosa Sol que acostumbra vender OCESA. Y luego resulta que los despachadores nos decían: “ya nomás tenemos Light”. Y ahí los verás vaciando la lata con toda parsimonia en un vaso. Mientras los de Echo & the Bunnymen estaban en el escenario de la derecha: “This is the best bloody song I’ve ever written”, dijo el vocalista y la luna ya aparecía en el cielo azul tristeza.
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Cuando inicia James, el vocalista le lanza unos cuantos gritos al del sonido. Pero no hubo mejora. Así que como para distraer la atención se sube a la valla que detiene al público, manotea para que le suelten las nalgas y canta She´s a star. Y luego presenciamos su baile mevleví (salvaje, frenético) sobre el escenario Corona (n´ombre, qué ingenioso apelativo). Me imagino que el júbilo crecía porque muchos sólo íbamos a los últimos tres actos de este festival “de primer mundo” (Coachella en vías de desarrollo lo llamó, sardónicamente, La Jornada).
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Y ya cumplíamos media hora en la fila pa´ la cerveza y los cuates esos que según despachan se tomaban un momento dalay mientras unos 50 solicitaban bebida al mismo tiempo. Y sonó Interpol. Muchas reminiscencias del legendario Joy Division, excelente. Ahí donde corrimos para alcanzar un lugar había desnivel y la vista era pésima. Desde la entrada al Food Court (?) se veía mejor: resulta que los burritos se veían apetecibles (y con precio popular) pero resulta que era una tortillota de 20 ó 25 cm de diámetro que enrollada se veía como un espléndido bocado… de harina de maíz. Prefiguré que los de Nueva York tocarían Untitled y lo hicieron cuando ya nos habíamos acomodado al otro extremo pa´ oír a los Pixies. ¡Chales! Pero sonó Evil, Barricade, Narc, Slow Hands, Lights… Paul Banks, tu español es perfecto (al menos los saludos).
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Resulta que nos cayó una tecnología inhibidora de señal. Yo ya culpaba al pinche Telcel porque no pude mandar un mensaje ni hacer una llamada. Pensé que ya me habían congelado los 20 pesos por no usarlos. ¡Pero nada de eso! Fue intencional: para que los adictos a las redes sociales hicieran un entripado de los mil demonios (esos que a la menor provocación twittean frases muy pero muy inspiradas y facebookean; de hecho, me parece un snobismo ramplón y exhibicionista) y para generar una vibra colectiva en vías de extinción debido a la inmisericorde tecnología encarnada en gadgets de última generación, copyrigths y atentado a los intereses corporativos. La explicación aquí: http://cucharasonica.com/2010/10/festivales-sin-senales-moviles-la-nueva-tendencia-o-miedo-al-twitter
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Bone Machine sonó cuando Interpol todavía no acababa su setlist. Y más: Wave of mutilation, My Velouria, Monkey gone to heaven, Here comes your man, Isla de Encanta, Caribou, La la Love you, Something against you, Debaser, Hey, Vamos, Tame, Where is my mind?, Gigantic. Joey Santiago estaba preciso en la distorsión. ¡Black Francis, tienes todavía unos alaridos encabronados, potentes, prístinos, hermosos! ¡Punk rabioso! ¡Sí!

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