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viernes, 24 de septiembre de 2010

La escritura del YouTube...


Mi alma se llenó de piedad e imaginé la primera mañana del tiempo. Imaginé esa red de imágenes y percibí una confirmación de mi secreta conjetura.
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Dediqué tiempo a aprender el orden y la configuración de los videos. Se me concedía un instante de luz. No diré cuánto me fatigó esa labor. Más de una vez grité que era imposible descifrar aquel texto. Aun en este lenguaje no hay proposiciones que no impliquen al universo entero. En la voz del youtube todo video enunciaría una infinita concatenación de hechos. Una palabra y en esa palabra la plenitud.
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Incluso pude hallar la siguiente cuestión: ¿cuántos videos caben en Youtube? Y alguien respondió: “Vamos a tener en cuenta la forma que tiene un enlace a un vídeo de Youtube: http://www.youtube.com/watch?v={ID del vídeo}. Esa ID consta de 11 caracteres que pueden ser letras minúsculas, letras mayúsculas, números del 0 al 9, guión y guión bajo. Es decir, tenemos 26+26+10+1+1=64 objetos donde elegir y 11 huecos que rellenar. En este caso importa el orden de colocación de cada uno de los elementos y puede haber repetición de los mismos. Por tanto, según todo lo comentado anteriormente, debemos utilizar variaciones con repetición de 64 elementos tomados de 11 en 11. El resultado de esta operación es el siguiente...
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Vi a un par de bestias sacrificando a un perro callejero (y hasta me dieron ganas de proferir como el ciego de “Los olvidados”: mátenlos antes de que nazcan). Vi a los Arctic Monkeys covereando “Take It Or Leave It”. Vi a Borges reflexionar sobre el amor y la amistad, vi a Dalí anunciando un chocolate francés, vi a Burroughs recordando a Ginsberg. Vi el primer video que se colgó en la página, el 23 de abril de 2005, “Me at the zoo”.
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Fue el advenimiento del “videosapiens”: los seres humanos empezaron a convertirse en entes abocados a mirar imágenes que han terminado por estropear su capacidad cognitiva, dejan de pensar e incrementan su aptitud para atiborrarse de imágenes, que en su mayoría no se analizan y no se comprenden.
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Vi a Octavio Paz y Julio Cortázar bailoteando en un jardín junto con unos cuantos niños hindúes. Vi a Zoe tocar una versión doliente de “Veneno” en algún Vive Latino. Vi una miniserie titulada “El día que Nietzsche lloró” y es maravillosa, bella. Vi el interrogatorio a algunos “Zetas” capturados donde, lacónicos, explican sin pasión cómo eliminan a sus rivales. Vi decenas de videos donde se distinguen calzones en el metro y calzones de colegialas, todos ellos capturados furtivamente…
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Aunque hay que hacer notar que en los nuevos discursos audiovisuales que ponen en marcha los videosapiens ya no está presente la clásica unilateralidad de la televisión, sino una estrategia de habilidades cognitivas que marchan de la mano de la creatividad y lo lúdico.
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No pudo faltar el video de Lady Gaga. Vi a Soundgarden en Japón. Vi a los Muppetes cantado la “Rapsodia Bohemia”. Vi las jugadas de ensueño de los brasileños. Vi algunos cortometrajes. Puse nombres rusos de mujer en el buscador y vi música de las que creí eran estrellas pop, eróticas, de acento engolado. Vi a Pedro Infante en blanco y negro. Vi las audiciones de Robert Trujillo para Metallica. Vi a Lucybell en la “Sesión Futura”. Vi partes de los programas de Paco Stanley, vi perdurables sesiones de modelaje. Vi la letanía surreal, kitsch, no sé, de Delfin Quishpe para las Torres Gemelas. Vi a Carmen Salinas decirle a Juanito: ¡pero qué pendejo eres! Vi numerosos conteos de los mejores 10 de muchas cosas… Vi fragmentos de Lo Straniero, actuada por Mastroianni y dirigida por Visconti. Vi las instrucciones para hacer hachís de mariguana, vi tutoriales para bailar salsa y es complicado, vi los escatológicos “documentales” del Anticristo. Vi un debate entre Noam Chomsky y Michel Foucault, vi videos de madrazos dolorosos, vi a un feroz Jacques Lacan diciendo que el lenguaje no sirve, vi a Joshua Bell en el metro interpretando una de las más bellas melodías y casi nadie se detenía a escuchar. Vi el documental sobre Kurt Cobain, vi los capítulos de “La hora marcada”…
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Internet ha creado un nuevo tipo de socialización: el “personismo”, porque las relaciones interpersonales se extienden y en las que el otro procede no de un grupo más o menos numeroso, sino de un gigantesco y conectado gentío internacional. Por otro lado, el mundo era una biblioteca, decía Borges. Youtube es la mayor biblioteca audiovisual de la historia de la humanidad, dice Reyes (Carlos). Y todavía no he visto todo…

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