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jueves, 30 de septiembre de 2010

Mi proceso de corrección y algunas ideas sobre Literatura...


Un texto no lo es sino hasta leerlo, no preexiste sino que es experiencia de facto cuando el lector lo toma.
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Como habrán notado ustedes, alumnos, presento las entradas de esta bitácora como algo ya acabado. Lo que pasa es que en la mayoría de ellas no hago visible el proceso de reformulación (pero aparte sí lo realizo) y ya no lo publico aquí. Pero no piensen que sale a la primera: tras estas versiones finales que aquí leen ustedes hay una labor de reescritura más o menos ardua.
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Debo confesar que a veces corrijo en el momento: mientras escribo visualizo en la mente la idea que quiero plasmar. Seguido me detengo y releo. Corrijo o reflexiono si estoy de acuerdo con lo dicho, si así quería decirlo y si es la mejor manera de expresarlo. Tengo un anhelo de claridad, se trata de hacer un texto que les sirva a ustedes un poco para entender mis manías y todo aquello que menciono en clase.
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Disculpen si parezco castroso. Doy un gran valor a la palabra escrita y el que ustedes adquieran y perfeccionen esta habilidad los hará, comunicativamente hablando, avanzar un paso grande.
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Estamos abocados a escribir. Incluso los analfabetos o los que escriben y leen poco o nada acceden a lo escrito cuando se propaga acústicamente por radio y televisión. ¿Todo lo que escuchamos es oral? ¿Qué no son productos que tienen tras de sí guiones, scripts y otras formas escritas de elaboración del significado? Es impensable esquivar o desembarazarse de todas las formas culturales que nuestra sociedad ha desarrollado con la escritura.
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¿Hay estrategias para abordar el texto literario? La primera es tener sensibilidad. Saber que la literatura es un poderoso discurso que con su lenguaje y sus historias puede ayudar a dinamizar la vida propia. No olvidemos cómo localizar el argumento y el tema. No olvidemos que los escritos literarios se permiten contar algo mediante una organización estructural que a veces es compleja. No olvidemos que también utiliza refinados artificios retóricos, fónicos y semánticos para construir su idioma. No olvidemos que toma la realidad pero la convierte en otra cosa cuando pasa por el tamiz que son la percepción y sensibilidad de quien escribe y su uso personal de las herramientas del lenguaje. No olvidemos que tiene un poder sugestivo tremendo y una gran capacidad expresiva como ninguna otra forma escrita.
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Si es cierto que llegamos tarde al banquete de la cultura, no cometamos (como decía López Velarde) el error de levantar las sillas y ponerlas sobre la mesa.

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